¿Sabés lo que es una serendipia? Es un hallazgo inesperado que surge mientras estás buscando otra cosa. En definitiva, esta carta: una botella con un mensaje de cosas lindas para embellecer los días, en el agitado mar de la rutina.
¿Cómo estás hoy? Yo acá, tomando un té y escuchando The railway station, el primer tema de la lista. Te recomiendo que te prepares algo rico para tomar, lo que quieras, busques un espacio tranquilo y con aromas ricos y música tranquila y te dispongas a leer, que vamos a compartir un rato.
No sé cuánto tiempo habrá pasado desde que escribí estas líneas hasta ahora que las estás leyendo, pero desde el momento en que la hoja dejó de estar en blanco ya me siento dichosa. ¡Y más si puedo compartirlo! Seguro te estás preguntando qué podrás esperar de este newsletter misterioso: lo que yo espero es, primero, que lo disfrutes. Y como siempre estoy a la caza de cosas bellas, lo que me gustaría ahora es compartirlas.
¿De dónde sale esta idea? Creo que es la pregunta que más me gusta: hace un tiempo, alguien que quiero mucho me dijo que el amor es alguien que te hace la vida más amable y desde ahí que no puedo separar esa frase de este proyecto. Mi idea es esa: hacerte la vida más amable. Νο, claro, no tengo ninguna fórmula mágica ni puedo resolver muchas cosas, pero sí me gustaría hacerte llegar un abrazo que dure un mes con un montón de regalos y reflexiones y recomendaciones (de libros, películas, lugares, comidas, recetas, sabores, canciones, palabras, experiencias) y hallazgos que no solo te alegren un ratito del día sino que queden ahí dando vueltas y te acompañen unos días más. Y acá está la magia: bajo esta identidad te invito a explorar cosas que descubrí, en muchos casos, sin querer y, a la vez, a generar este hábito: el de empezar a mirar la vida cotidiana comounaserendipia, a empezar a jugar y darle sentido a los hallazgos casuales y cotidianos.
¿A qué me refiero con hallazgos? A cualquier cosa: puede ser una canción que escuchamos siempre y a la que nunca le prestamos atención hasta que descubrimos que repite una palabra que nos viene dando vueltas, una receta que inicialmente salió mal pero dio un buen resultado, una mancha en la pared que parece una carita. Todo eso está ahí, esperándonos. ¿Y qué mejor que abrir los ojos para descubrir cosas que no buscábamos pero que están ahí? (¿Acaso vos también estás pensando en la famosa frase de Rayuela, de Cortázar que dice andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos?) Sí, ya sé que puede parecer un poco contradictorio, pero no lo es. Ya verás.
¿Todavía estás ahí? ¿Te estás preguntando dónde están las recomendaciones? ¡Ahí vienen!
Para empezar (ah, ¿que ya había empezado dicen? Bueno, siempre se puede empezar de nuevo), por si alguien no me conoce
Soy Amparo y me apasionan varias cosas: estudié Letras, amo la(s) lengua(s), la literatura y la historia de las palabras, me gusta mucho enseñar, la traducción, la fotografía, la comida, la papelería, el arte y las pequeñas cosas. Todas esas son, para mí, manifestaciones de belleza y amo compartirlas. Descubrí hace poco que disfruto compartiendo mis hallazgos y aquí estoy, abriendo tímidamente esta puerta, transformando este camino en una misión. Me gusta observar las cosas cotidianas y dejar que me muestren su lado poético. Mi cuenta de Instagram es un ensayo de eso: allí comparto fotos de momentos y objetos y lugares que me gusta registrar.
Nací en Quilmes, Buenos Aires, en plenas “ore piccole” (en italiano, “horas pequeñas”: la madrugada) y tal vez por eso renazco continuamente escribiendo palabras hasta tarda notte. En el silencio se escuchan las ideas, la canilla mal cerrada, los relojes no sincronizados, el agua que avisa cuando hierve. La casa late y las pequeñas horas laten en el reloj, y laten
de las que hablaremos hoy. Aparte de la canción de Serrat, que es hermosa (¿sabían que existe una versión en italiano por el mismo artista? La encuentran en la lista del inicio), creo que aquellas tienen una potencia creadora que a veces no logramos ver y tienen una ventaja aún mayor: están siempre ahí.
Hace poco encontré en alguna red social estas palabras que me anoté:
Estaban atribuidas a Alejandra Pizarnik pero, como siempre, por las dudas, lo chequeé (¡menos mal!) y encontré que -aparentemente- son de un poeta español. [Nota mental: chequeá fuentes, siempre.] Más allá de la autoría, lo que me importa destacar de este fragmento es esto: lo pequeño vence sobre lo grande, sobre “lo grande”. ¿A qué llamamos grande? Me gusta preguntarme qué es lo grandilocuente, lo considerado importante, serio, respetable, versus lo pequeño, lo “insignificante”, lo que peca de falta de seriedad. Pero no hablo de lo que se considera poco serio porque está mal hecho. Quiero poner el foco en otro lado: en la seriedad impuesta, en la seriedad obligatoria que censura el juego, que sanciona la imaginación.
La novela El dios de las pequeñas cosas de Arundhati Roy es una historia sobre tres generaciones de una familia del sur de la India que nos deja muchas preguntas sobre el amor, sobre la familia, sobre las pasiones y sobre la Historia y la organización social del país. Y, además, nos permite preguntarnos -y, en exquisitas ocasiones nos ayuda a respondernos- cuáles son las pequeñas cosas en las que podemos refugiarnos.
En esas páginas podemos encontrar una escena en la que tres niños se presentan ante un adulto, Velutha, vestidos con saris, fingiendo ser elegantes señoras. Luego de un tiempo, una de los tres recuerda esa situación:
Es tan fácil, a fin de cuentas, destrozar una historia. A veces me cuesta seguirle un juego a un niño o a una niña, (¿a vos no?) pero no fue solo por esto que la frase empezó a rebotar en las paredes de mi mente: fue porque me hizo pensar en cuántas veces destrozamos una propia historia e inhibimos nuestros propios juegos, nuestras propias ilusiones. No casualmente usamos la expresión “pinchar el globo” ¿no? A veces el alfiler viene agazapado entre los dedos de alguien que viene de afuera, pero eso, por ahora, no me interesa. Enfoquemos esa pieza de porcelana, ese gesto que cuida un sueño (propio o ajeno), que le permite viajar, que le da alas, y dejame hacerte estas preguntas:
¿qué te da ilusión hoy? ¿qué pequeña cosa te haría feliz?
Si lo que te da ilusión es renovar la infusión, es el momento. De hecho, acá te mando un cafecito: cliqueá acá. ¿No es hermoso? Esto es una invitación a entrar a uno de mis refugios predilectos, que siempre tendrá lugar en esta carta mensual:
Para esto, me gustaría contarte una cosa *mientras revuelvo el azúcar en la tacita*: aparte de gustarme mucho la cocina, me encanta explorar las manifestaciones artísticas que incluyen lo culinario: literatura, cine, música, arte plástico, fotografía. Hace un tiempo creé un perfil de Instagram (@citamelafuente) para empezar a compartir estas cosas, y la primera de ellas fue un texto que escribí sobre una de mis películas preferidas, la griega Politiki kouzina, traducida como “La sal de la vida” en Argentina, “Un toque de canela” en España y “Un tocco di zenzero” en Italia. Te invito a leerlo en este enlace y, si usás esa red social, también a chusmear las historias destacadas sobre la canela. (Dato: la canción que nombré al principio es parte de la banda sonora de este largometraje.)
Pero, Amparo, prometiste sabores y recomendás una película, ¿qué tiene que ver esto con lo que venías diciendo? Ahora te cuento.
Cuando pensaba en la canela, una especia muy apreciada, se me ocurrió pensar en el poder de las especias en la cocina: ¡es el superpoder de las pequeñas cosas! Un mínimo minimísimo minimilímetro de una especia te puede llevar a la gloria gastronómica o arruinar un plato. ¿No es maravilloso?
Es un producto que generalmente se usa en preparaciones dulces (seguro están pensando en algo con manzana, rolls de canela, cappuccino, etc.) pero que -un poco engañada, debo decirlo, pero gracias, papá- muchas veces probé en platos salados. Y como estamos de estreno vamos a romper algo, aunque sea un prejuicio contra la canela, y voy a compartir algo super sencillo: los poquísimos pasos necesarios para hacer una masa de tarta salada con canela.
¿Qué necesitás? Dos tazas de harina, media taza de vino y media taza de aceite y sal. Y canela. ¿Cuánto? Lo que sientas. Una cucharadita, tal vez. La magia de las pequeñas cosas. Mezclás todo, lo amasás hasta que te quede todo unido y, si podés, dejás la masa en la heladera un rato. Así de sencillo es. Te recomiendo que mezcles un poco de canela con el líquido, para que se sienta bien, y que, si es necesario después agregues más. Por eso, sugiero que vayas de a poquito. (Escribo y canto pasito a pasito, suave suavecito…). La primera vez que la hice y fue un súper éxito (espero que quienes la probaron estén sonriendo en este momento) la usé para hacer una tarta de hojas de remolacha, pero sirve para cualquier preparación.
(Si querés podés hacer una pausa para ir a cocinar, pero volvé que hay un montón de cosas todavía.)
¿Tenés ganas de ir a pasear? Tengo dos viajes para ofrecerte: uno en el espacio y otro en el tiempo. ¿Vamos?
¿Alguna vez pensaste en cuáles son los museos más pequeños del mundo? Yo sí y encontré una entrada en un blog sobre viajes que me pareció alucinante: acá van a encontrar una lista de siete de ellos, ubicados en distintos lugares del planeta. Pero es no es todo. También te invito a recorrer “Miniatur Wunderland”, el museo de miniaturas de Hamburgo que se encuentra en el Libro Guiness de los récords y en el que se pueden ver miniaturas de ferrovías y de ciudades europeas. ¡Es una maravilla! ¡Si alguien tiene la fortuna de visitarlo por favor me cuenta! Mientras tanto, te dejo la página web aquí y un video para que te fascines como yo.
Y a propósito de miniaturas, pongamos nuestros preciosos pies en la máquina del tiempo y viajemos hacia el Cinquecento: allí nos encontramos con Giulio Clovio, el representante de la miniatura en el manierismo, llamado por Giorgio Vasari “El Miguel Ángel de las miniaturas”. Estamos hablando del arte de pintar en pequeñas dimensiones, y particularmente de la pintura ornamental de los manuscritos antiguos. Entre sus obras más importantes están la ilustración del Leccionario Farnese, un libro litúrgico, y del libro de horas realizados para el cardenal Alessandro Farnese en el siglo XVI. ¿Conocías a este artista?
Del mundo de las iluminaciones medievales y renacentistas pasamos a la actualidad, y por eso quiero presentarte dos artistas japoneses de la fotografía de miniatura que hacen maravillas. Uno de ellos se llama Tanaka Tatsuya, es también director de arte y desde 2011 completa un calendario con una foto por día que se puede visitar en este link.La otra es Akiko Ida, dedicada a la fotografía gastronómica, que junto al francés Pierre Javelle creó Minimiam, un mundo en miniatura de gourmandise, disponible aquí. Ambos proyectos ponen la lupa en escenas cotidianas y las reconstruyen, con una imaginación conmovedora, a partir de elementos que se pueden encontrar en casa. ¿Ya pensaste cuántos mundos están viviendo en tu cocina?
Estamos llegando casi al final de este newsletter (no, no te pongas triste, habrá otro dentro de un mes) y me pregunto si te habrá acompañado la música que recomendé al principio [Ver “Música para acompañar la lectura”]. La elección de los temas es un poco arbitraria y caprichosa, aunque hay algo en común: la mayor parte de los títulos tienen la palabra “pequeño” (y casi todas son canciones en italiano, es más fuerte que yo). Así como a veces alguna melodía nos llega sin querer y la tarareamos todo el día, algunas pequeñas cosas pueden llegar a través de la música. ¿Te pasó con alguna de las canciones de la lista?
Y como espero que este mensaje vuele así, como una canción que llega para quedarse, para terminar esta edición se me ocurre compartir un cortometraje muy hermoso que se llama Paroles en l’air, de un realizador francés que se llama Sylvain Vincendeau. Son siete minutos de ternura. Lo conocí en un programa que miraba con mi madre cuando era chica y después de muchos años lo vi de nuevo justo cuando pensaba en este proyecto y me sentí súper identificada. Me gusta pensar que este mensaje que estoy escribiendo llega a cada casa así, un poco a propósito y un poco por casualidad, en forma de avioncito de papel, para hacerte la vida más amable (¡al menos un ratito!) y crea una red entre ventanas que se abren.
…por dejarme acompañarte hasta acá. ¡Espero que te haya llegado el abrazo!
Si tenés ganas de escribirme algo, podés responder a este mensaje. Todo lo que tengas para compartir conmigo (algo relacionado al tema del mes, por ejemplo) o sugerir lo recibiré con los brazos abiertos y lo tendré en cuenta para las próximas entregas.
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