En estas oscuras piezas, donde paso
días agobiantes, voy y vuelvo arriba abajo
para hallar las ventanas. -Cuando se abra
una ventana habrá un consuelo-.
Mas las ventanas no están, o no puedo
encontrarlas. Y mejor quizás que no las halle.
Acaso la luz sea un nuevo tormento.
Quién sabe qué cosas nuevas mostrará.
¡Hola! ¿Cómo estás? Yo estoy escuchando la lluvia y recuerdo que alguna vez alguien me dijo que lo que empieza con lluvia viene con buenos augurios, así que me alegro mucho de estar escribiendo esto en este momento.
¡Qué bueno encontrarnos de nuevo acá! El primer newsletter tuvo una recepción muy linda, me llegaron varias respuestas muy amorosas y me pusieron muy contenta, así que, antes de decir cualquier cosa, vamos por lo importante: gracias ❤
Lo que más me emocionó de todo lo que leí fue el hecho de que varias personas me señalaron que empezaron a observar las cosas de otra manera, a descubrir las pequeñas maravillas que las rodeaban y que no advertían antes: misión cumplida.
Para continuar con este plan, como ya adelanté en la primera entrega, dedicaré cada mes a un tema distinto, diría totalmente aleatorio, aunque en realidad será definido por criterios puramente intuitivos. Fiel al espíritu original de esta carta, sé que el tema de cada mes será el hallazgo que llegue mientras esté haciendo otra cosa, así que me dedicaré a ser puente entre ese descubrimiento y quien lea. A propósito: ¿ya te preparaste?
El tema de este mes, como ya sabés, es el de las ventanas. Ellas estuvieron muy insistentes en estas últimas semanas y entendí que querían formar parte de esta aventura, así que me puse a pensar en todos los mundos a los que se puede acceder a través de ellas y descubrí un montón de cosas alucinantes que paso a compartir con vos, empezando por la lista de música del principio de este mail, compuesta por títulos que incluyen la palabra ventana en distintos idiomas.
Lo primero que recordé es el poema del poeta griego Constantino Kavafis (Alejandría, Egipto 1863 – 1933), llamado Las ventanas, que está al principio de este mail y que, si querés escucharlo en la lengua original, lo dejo también en este link.
Cada vez que lo leo pienso en la sensación ambigua que puede generar una ventana o cualquier otro paso posible de la luz: una apertura a algo hermoso, pero también lo contrario. Quién sabe qué cosas nuevas mostrará. Abrir la ventana implica hacerse cargo de esa luz, porque también puede iluminar algo interior: se necesita coraje. También puede ser que la luz muestre algo que está siempre del otro lado y que no cambia. En ese caso, lo que hay que cambiar es la forma de mirar, la forma de asomarse a esa ventana.
Pero lo más interesante de las ventanas está en el hecho de que son el límite exacto entre el exterior y el interior. ¿Cuáles son esos límites? ¿Qué de todo lo que está afuera y adentro en realidad está afuera y adentro de quien se asoma? Dejemos en suspenso estas preguntas que nos acompañarán y sigamos nuestro viaje.
Mientras escribo esto me viene a la mente la imagen de mi perro, que, desde adentro, pasa mucho tiempo mirando por la ventana, con un gesto y una postura propios de la nostalgia. ¿Qué añora quien mira una ventana? ¿Qué sentimientos evoca una ventana?
Mirar por la ventana implica un recorte: en el campo visual, primero, y en el tiempo, después, pues a veces miramos con apuro, a veces nos quedamos un ratito, a veces esperamos ver algo o alguien en especial y a veces simplemente miramos para descubrir. Pero los confines visuales que implican la ventana son claros: vemos una luz determinada y los marcos son límites espaciales. Estos pueden tener, o no, algún correlato emotivo, pero lo que es inevitable es el hecho de que, desde esa vista, se excluyen elementos, se aprende a mirar lo que se nos ofrece y a crear con (y a partir de) ello. Y ese arte de encuadrar que tenemos a mano en una ventana es muy parecido al arte de la fotografía.
Las obras del fotógrafo italiano Luigi Ghirri -uno de mis favoritos- explican mejor de lo que podrían hacerlo las palabras qué es lo que define su poética. Haciendo referencia a las formas de ver, él decía que existían dos: hacerse espejo de la realidad y ser una ventana al mundo. “Yo personalmente siempre opté por la segunda, prefiriendo pensar que la fotografía sea una ventana abierta al mundo”.
Y es que sus fotos están llenas de puertas y ventanas, de límites desafiados, de preguntas acerca de lo que nos rodea y de lo que somos, de umbrales. Ghirri habla del “límite entre lo interno, lo que pensamos, lo que vemos, lo que podemos ver, aquello que debemos ver y aquello que vemos en la realidad y que determina una observación común, es decir entre nuestro mundo interno y la observación del mundo. Este punto de equilibrio creo haberlo identificado con el encuadre”. Y podemos verlo en estas imágenes que dejo acá:
(Fotos extraídas de www.archivioluigighirri.com)
¿Lo conocías? Creo que su obra nos ayuda mucho a pensar en las preguntas del principio y, especialmente, a recordar la frase del poema de Kavafis: qué cosas nuevas mostrará. Las fotos pueden ser ventanas y, entonces, preguntas.
¿Qué tal si dejamos de hacer preguntas por un rato? O mejor lo digo sin preguntas. Dejemos de hacer preguntas por un rato. Pero sigamos hablando de un fotógrafo: me refiero al portugués André Vicente Goncalves, quien fotografió las ventanas más lindas de mundo, que podemos ver aquí:
(Imágenes tomadas de https://www.facebook.com/andrevgoncalves/)
¿Qué te parecen? Creo que son una buena excusa para detenernos un ratito. Por dos cosas: para observar las fotos (en su página web hay muchas y son realmente muy hermosas) y para ver que, hasta ahora, hicimos un recorrido desde el interior de las ventanas hacia afuera y ahora estamos del otro lado, preguntándonos no ya qué hay afuera sino qué hay en el interior.
¿Qué habrá adentro de esas casas? ¿Cuántas historias sin escribir? (¿Y no es, acaso, lo que podemos preguntarnos también sobre nosotros?).
Esto es lo mejor de las ventanas: podemos entrar y salir, a veces sin movernos demasiado, y podemos encontrar en ellas muchas cosas para contar. Incluso una ventana cerrada nos puede ayudar a encontrar muchas preguntas y muchas respuestas.
Y una ventana cerrada por un vidrio también se puede transformar en una obra de arte, o al menos eso fue lo que nos demostró Pejac, un artista español que, usando los paisajes como soporte, creó y recreó obras artísticas dibujando sobre el vidrio, interviniendo la imagen de la realidad desde la ventana en épocas de cuarentena. Aquí dejo un video. A partir de esta propuesta, bajo el hashtag #stayarthomepejac muchas personas subieron sus propias versiones que se pueden ver acá.
¿Estás ahí todavía o te fuiste a dibujar a la ventana? ¡Volvé, que todavía hay más!
Igual, mientras intervenís algún vidrio, se me ocurre que hay algo que puede acompañarte: una maravillosa obra de Les Luthiers, un grupo humorístico – musical argentino: “Voglio entrare per la finestra”. Si te gusta, sugiero -fuertemente- que aproveches la entrada o redescubrimiento de Les Luthiers y te quedes escuchando algunas cosas más porque no te vas a arrepentir.
Ah, ¿que te entusiasmaste y abandonaste la lectura, decís? No, bueno, esperá, poné pausa un ratito que te doy una actividad ideal para hacer con Les Luthiers de fondo. Pasamos a
¿Probaste las persianas? Sí, las persianas. No, no enloquecí ni tenés que ir a romper ninguna abertura. Estoy hablando de unos dulces que se preparan con masa de hojaldre y manzanas. Necesitás:
Dos cuadrados de hojaldre, que podés hacerlos vos o comprarlos (como las tapas de tarta), 3 o 4 manzanas, un poquito de manteca, 100 gramos de azúcar, un huevo y canela (¡Fiel compañera la canela!)
Con una parte de las manzanas hacés un puré (las cocinás con un poco de azúcar y un poco de agua) y el resto lo cortás en láminas finitas (como las de la tarta de manzana). Cuando el puré está frío, lo ponés en el centro de la masa, dejando márgenes a los cuatro lados. Arriba del puré colocás las manzanas cortadas y allí podés pincelar todo con manteca, azúcar y canela. Por otro lado, tomás el segundo cuadrado de hojaldre: en el medio de la masa -sin llegar a cortar de lado a lado-, hacés unos cortes de modo tal que te queden ranuras, como imitando una persiana. Una vez terminado este paso, pincelás los cuatro bordes con huevo y tapás con la masa-persiana la otra que tenía el puré y las manzanas. Luego lo pincelás con huevo y al horno. ¡Listo! Pueden ser pequeños, del tamaño de una factura, o grandes, del tamaño de una tarta y se puede hacer en versión vegana usando una masa apta y reemplazando el huevo y la manteca. ¿Qué te parece?
Y ahora que ya se hornearon las persianas, ¿qué hacemos? ¡Ya sé! Acompañame.
Entre las primeras cosas que me vinieron a la mente al descubrir las ventanas están dos películas. La primera de ellas es un clásico, muy conocida y muy nombrada: “La ventana indiscreta” de Alfred Hitchcock. Es de 1954 y se trata de un fotógrafo que, por un accidente en el que se rompió la pierna, tiene que quedarse en silla de ruedas en su casa para recuperarse. Allí pasa su tiempo mirando por la ventana y observando la vida de los vecinos en sus casas y se obsesiona con uno de ellos, sobre el que tiene una teoría bastante oscura. ¿La viste? Dejo aquí un trailer: sólo lo encontré en inglés (☹) pero vale la pena al menos para ponerle imagen a la pequeña síntesis. (Si encontrás cómo verla, será bienvenido el dato)
La segunda de estas dos recomendaciones cinematográficas es una gran película de Ferzan Ozpetek, un director de cine y guionista turco naturalizado italiano, que se llama “La finestra di fronte” (la ventana de enfrente”) realizada en 1998. En esta película, un matrimonio de nueve años que tiene una vida monótona lleva a casa a un anciano que perdió la memoria y que estaba perdido en la calle. A pesar de los inconvenientes, la mujer de la casa logra encontrar algo que le permite ayudarlo a reconstruir su historia, a la vez que empieza a percibir algo nuevo en el vecino de la ventana de enfrente.
La película está disponible en YouTube en italiano aquí y se pueden activar los subtítulos automáticos en español (no es lo más recomendable, pero se puede ver). También dejo una de mis escenas preferidas de esta película en este link.
Y ahora que ya estuviste un ratito en el sillón mirando alguna película, vamos a dar una vuelta, o tal vez a abrir un vino: cualquiera de las dos cosas será el pasaje perfecto para este paseo.
¿Escuchaste hablar de “le buchette del vino”? En Firenze, Italia, hay aproximadamente unas 170 de estas “ventanas del vino”, de las cuales 145 se encuentran en el centro histórico. Pero ¿qué son? Se trata de pequeñas ventanas construidas alrededor del siglo XVII para que los establecimientos pudieran servir vino sin el contacto con los clientes, ya que sólo se podían pasar las botellas de vino, con el objetivo de evitar la propagación de la peste.
Muchas de estas ventanas, si bien datan de hace más de 400 años, fueron recuperadas durante el confinamiento del 2020, momento en que los locales tuvieron que recurrir a la creatividad para sobrevivir a las dificultades ya conocidas. Esto fue documentado por la Associazione culturale delle buchette del vino, la cual se encarga de proteger este legado histórico, registrando las ventanas que quedan en la región y las que se fueron recuperando. Dejo aquí el sitio web.
Y para seguir viajando te invito ahora a entrar a un mundo maravilloso de ventanas, muchas de todas formas y colores y estilos: la recopilación diaria que llevó a cabo el sitio “Didatticarte” en su página de Facebook (enlace aquí) bajo el título “La finestra di oggi” (La ventana de hoy).
Una de mis preferidas de esa gran colección es esta, del italiano Renato Gutusso (Bagheria 1911 – Roma 1987)
La imagen de los tomates, la ventana abierta, el día soleado, el paisaje natural en el fondo me lleva a pensar quiénes están ahí, por qué, dónde terminarán esos tomates, qué sonidos entran por la ventana y qué olores salen de la casa hacia afuera. Porque otra cosa que permiten las ventanas es esa danza de olores de las comidas caseras al mediodía que hacen que queramos entrar en cada hogar a conocer sus platos y, con ellos, quizá, sus historias.
Otra que me gusta mucho es esta, del ilustrador italiano Carlo Stanga. Me atrae esta ilustración por su punto de vista, porque en ella se ve no solo la ventana sino su efecto sobre el interior, la luz y las sombras que proyecta. Además, el hecho de que se vea la cocina cotidiana un poco desordenada me gusta: al final, aunque queramos mirar hacia afuera todo lo de adentro forma parte del paisaje, ¿no? Y creo que es lo que pasa cuando miramos por una ventana.
¿Cuál es tu preferida? ¿Qué te inspira? (Por supuesto que no estoy pretendiendo hacer un análisis exhaustivo de la obra con criterios artísticos, simplemente te invito a observar y percibir creativamente)
Ya estamos llegando al final de este newsletter y mientras lo ideaba pensaba en el hecho de que la palabra Windows (ventana, en inglés) esté tan presente en nuestra vida cotidiana por el hecho de ser el nombre del sistema operativo de la mayoría de nuestras computadoras, y pensaba en qué significa que una cosa como esta haya sido bautizada así. ¿Es una ventana abierta? ¿Miramos a través de ella? ¿Dejamos entrar el aire?
Pensaba también en que espero que esta entrega llegue a la casa de quien lee como la brisa que por fin entra por la ventana después de un eterno día caluroso. A propósito de esto, hace pocos días, uno de los últimos de calor del mes de marzo en Buenos Aires, una amiga compartió conmigo, fascinada, este fragmento del libro que estaba leyendo, sin saber que el tema del newsletter del mes eran las ventanas:
El libro del verano de Tove Jansson, una escritora finlandesa, nos regala esta joya que, gracias a la amorosa lectura de Lola, llegó hasta aquí. Gracias ❤
Completo mis recomendaciones literarias de esta entrega mencionando – y solo mencionando- dos textos que pueden encontrar fácilmente en la red:
“No se culpe a nadie” de Julio Cortázar
“La ventana abierta” de Saki
Y para terminar este recorrido, imaginaba que es lindo pensar que un viaje, por más corto que sea, a veces recién empieza cuando termina: las sensaciones quedan, los olores reaparecen, los paisajes quedan grabados en la memoria. Por eso te invito a viajar, ahora sí, a través de ventanas del mundo, entrando a este link. (Es gratis, si te aparece un cartelito, solo tenés que cerrarlo). Podés ir cambiando de ciudad cliqueando abajo, donde dice “Open a new window somewhere in the world” y arriba a la derecha te indica siempre en qué ciudad del mundo estás. ¿No es maravilloso? (Agradezco a las chicas de @labaumhaus que compartieron esta hermosura)
Ahora sí, espero que te haya gustado lo que compartí hasta acá y espero haber contribuido al ejercicio de observar de otra forma lo que te rodea cotidianamente, porque mirar el entorno con otros ojos nos deja ver lo de siempre como una serendipia.
¡Nos encontramos en abril!
Un abrazo enorme,
Amparo