Pequeño anuncio parroquial: estoy mandando este mensaje desde una plataforma nueva que no me permite enviar textos tan largos. La ventaja es que están disponibles en línea, por lo que podés leer directamente desde ahí y también ver todas las entregas juntas en un blog. Para hacerlo sólo tenés que clickear sobre la imagen en blanco y negro que ves arriba. Espero que sepas disculpar las molestias: estoy aprendiendo.
¡Hola! ¿Cómo pasaste este mes? ¿Cuántas veces armaste y desarmaste tu armario o saliste con más o menos abrigo del conveniente?
Abril, para mí, fue un mes muy movido. Siento que pasó más rápido que marzo, pero trajo muchas cosas. No sé si te diste cuenta, pero las dos entregas anteriores de esta carta coincidieron con el último día del mes y ahora falta casi una semana para que empiece el próximo, por lo que los tiempos de lectura y escritura también cambian.
A propósito de los tiempos, como habrás visto, el tema de este mes son las tortugas. Y es que, desde que empezó el 2022, este noble animalito me acompaña, pero no lo había notado con tanta fuerza como en este cuarto mes. Las tortugas son una excusa para hablar, entre otras cosas, de la lentitud, un tema que me encanta y que, espero, puedas apreciar. Así que empiezo con una pregunta:
¿qué te gustaría que pasara en un modo más lento o qué te gustaría poder hacer más lentamente?
Hace poco, en el primer encuentro de un taller de escritura que me gusta mucho, nos propusieron escribir una descripción de un animal que nos representara como lectores. Lo primero que se me vino a la cabeza fue una tortuga. Me gusta de ellas su lentitud y su tenacidad y también la imagen del caparazón como una coraza formada por historias, su protección, su refugio. Además, estos animales se caracterizan por su longevidad, y creo que los relatos nos permiten vivir muchas vidas. (¿Acaso estás pensando qué animal-lector sos? Me parece bien, quiero saber.)
Esto no significa que lea siempre lentamente, en realidad depende siempre del objetivo: creo podría decir lo mismo de cualquier ámbito. Pero me gustó pensar en que esa es la mejor versión de mí como lectora y mi forma preferida de leer: disfrutar de las palabras, leer en voz alta ciertas frases, subrayar, escribir. Creo que lo que más me gusta de eso es que es una forma de detener el tiempo, una forma distinta de hacer las cosas cuando el resto del mundo corre. Una pequeña revolución cotidiana.
Porque ¿quién no anda a las corridas hoy? Hay algo de la velocidad de todos los días que me da escalofríos. La necesidad de lo inmediato, que en ciertos casos puede ser urgente, atraviesa tantas cosas que ni siquiera nos damos cuenta. No hablo de hacer todo en cámara lenta, más de uno debe estar desesperándose de solo pensarlo, también yo. Me refiero al hecho de que hay ciertas actividades que, lentamente y con más atención, podrían ser más efectivas. Incluso, paradójicamente, podrían resolverse más rápido, porque hacerlas con calma nos permite tener más foco y más claridad. ¿Cuántas veces necesitamos detenernos unos segundos y respirar para pensar mejor lo que estamos haciendo?
Como ahora, que si estás leyendo demasiado rápido te invito a que respires y decidas si seguís ahora, corriendo, o volvés más tarde, con más tranquilidad. Porque, como siempre, tengo muchas cosas para compartir, y este newsletter es una invitación a la lectura lenta.
Como ya te conté en el mail anterior, mi rol al escribir esto es el de conectar los hallazgos insistentes con quien lee. Además de esa experiencia que mencioné antes, hubo otra que terminó de definir la insistencia del animal protagonista. Hace pocas semanas supe de la existencia de esto:
¿La viste alguna vez? Probablemente sea la moneda más antigua de Grecia, acuñada en Égina, una isla del Golfo con el mismo nombre. Durante siglos el diseño representó una tortuga marina que luego fue sustituida por una tortuga terrestre, lo que reflejó el hecho de que la ciudad había perdido el predominio comercial en el mar ante la supremacía creciente de Atenas sobre las otras ciudades griegas.
Además de este dato histórico, la presencia de la tortuga está asociada a Hermes, Mercurio, a quien se le atribuye, además del título del dios del comercio, la creación de la lira. Una versión de este instrumento, que originalmente se creó tensando sobre el caparazón de una tortuga cuerdas fabricadas con los intestinos de bueyes sacrificados por el personaje anteriormente mencionado, es la de la siguiente fotografía:
Acá vemos una lira con un caparazón como caja de resonancia. Está en el museo y parque arquelógico de Locri, Calabria, Italia, donde se encontraba la última de las colonias griegas de la zona, Locri Epizefiri, proveniente de Locride.
A propósito de la lira, es preciso abrazarnos un poco a la poesía antes de seguir viaje. ¿Qué tal una oda a la lentitud? En este video podés escuchar las palabras de Aurora Luque, una poeta española que sostiene que la poesía “se trata de saborear las palabras” y que “en el Mediterráneo hay un gusto por la lentitud que es también la que pide la poesía. Y ese cultivo de la lentitud está en peligro de extinción” Recordamos mi primera pregunta: ¿qué otras cosas piden lentitud?
¿Tenés ganas de seguir viajando? ¿Sabías que hay gente que se dedica exclusivamente a “viajar lento”? Esto también es una tendencia interesante que contrasta con el ritmo apurado de los viajes turísticos y maratónicos en los que se recorren muchos lugares en pocos días.
Después de pasear un ratito por la historia de Egina y Locri, propongo que vayamos un ratito a la fontana delle tartarughe, que se encuentra en Piazza Mattei, donde se encuentra el palacio con el mismo nombre. La leyenda cuenta que el Duque Mattei la hizo construir en un solo día para impresionar a su prometida y a su suegro, quien no aceptaba esa unión. Más allá de la veracidad de la historia, que es dudosa, la fuente es muy bella y vale la pena conocerla. Si la observás con atención encontrarás las tortugas que parecen querer entrar en la parte superior. ¿las viste?
Otro lugar muy conocido en el que es posible encontrar tortugas es en la Sagrada Familia de Gaudí, en la ciudad de Barcelona. En el portal situado a la derecha del pórtico de la fachada de la Natividad se encuentra la columna de María, sostenida por una tortuga terrestre que simboliza lo inalterable.
Imágenes tomadas de http://www.sagradafamiliagaudi.com/
A propósito del símbolo de lo inalterable, me parece interesante considerar que la tortuga significa, en distintas culturas, cosas distintas. Por eso, y como no soy especialista ni en símbolos ni en tortugas, me aventuro a elegir algunos de los significados que más me llamaron la atención entre los mencionados por Jean Chevalier en su Diccionario de símbolos. El recorte es subjetivo y más bien arbitrario y persigue el objetivo de estimular la curiosidad de quien lee, por lo que invito a elegir uno o alguno de las interpretaciones propuestas y profundizar:
· Según ciertas leyendas una tortuga soporta el pilar del cielo, abatido por Kung Kung, el señor de los titanes. Asociada a la grulla, es un símbolo de longevidad. Los japoneses la representan (kame) con el pino y la grulla y le atribuyen decenas de millares de años de vida.
· Imagen del universo, su caparazón es redondo por encima, como el cielo, y plano por debajo, como la tierra: volvemos a encontrar aquí el simbolismo del domo. Entre las dos conchas, la tortuga es mediadora entre el cielo y la
tierra, símbolo del hombre universal y del emperador. Sometida a la acción del fuego, la parte plana del caparazón (tierra) expresa el lenguaje del cielo y sirve para la adivinación. Sabia, porque se la supone vieja, y portadora de caracteres sobre su caparazón, la tortuga es por otra parte, en diversas circunstancias, la enviada del cielo.· En la India la tortuga es uno de los soportes del trono divino; es sobre todo el Kūrma-avatāra que sirve de soporte al monte Mandara y asegura su estabilidad cuando dēva y asura proceden al batido del mar de Leche para obtener el amrita.
· Por estar en relación con el elemento Agua la tortuga simboliza en la China el norte y el invierno, y está asociada a las fases de la luna.
· La retracción de la tortuga en su caparazón es, en un plano completamente diferente, el símbolo de una actitud espiritual fundamental, la concentración, el retorno al estado primordial: Cuando, dice el Bhagavad Gītā, «al igual que la tortuga mete hacia adentro completamente sus miembros, aísla sus sentidos de los objetos sensibles, la sabiduría es en él verdaderamente sólida».
· Aún en relación con el agua, pero con un aspecto excepcionalmente maléfico, la tortuga es en la India la montura de la divinidad pluvial Yamunā.
· El dios de la Luna de los mayas se representa Recubierto por una coraza de concha de tortuga.
· La función de la tortuga mítica es análoga entre los iroqueses y entre los munda de Bengala. Según la tradición munda la tortuga es enviada sobre la tierra como demiurgo por el Sol, dios supremo y esposo de la Luna, para sacar la tierra del fondo del océano.
· En la mitología hindú la tortuga es el símbolo de la estabilidad en la creación del universo y de la regeneración del hombre. Y por esta razón Vishnú se representa en forma de tortuga de rostro verde cuando emerge de las aguas primordiales llevando la tierra sobre su dorso.
· La tortuga aparece también en el budismo de la India o del Tibet en cuyo caso figura un bodhisattva.
· Plinio el Viejo considera la carne de tortuga como un remedio saludable contra los venenos y le atribuye virtudes para conjurar las maniobras mágicas. El animal es a la vez de tierra y de agua, se puede mover por un igual en sendos elementos y une sus propiedades dobles así como sus ambivalencias.
· La tortuga parecía además a Plutarco el símbolo de las virtudes domésticas: su casa forma cuerpo con ella, y por tanto no la deja nunca; es siempre al mismo tiempo perfectamente silenciosa, incluso en sus desplazamientos. En la proximidad del peligro, se esconde y se mete por completo en su caparazón: símbolo de prudencia y de constante protección.
Bueno, dejemos un rato los símbolos y cantemos un rato: seguro conocés la canción de María Elena Walsh, ¿no? De hecho no me me resultaría raro que me dijeras que la estás tarareando desde que empezaste a leer, o quizá desde que supiste cuál era el tema de este newsletter. Por si no sabés de qué estoy hablando, te dejo acá la canción original, que fue interpretada por primera vez en Doña disparate y Bambuco en 1962 y también por el Dúo Leda y María, de la autora y Leda Valladares. A propósito ¿Sabías que en Pehuajó, el pueblo de buenos Aires donde vivía esta tortuga, está la escultura en homenaje a esta canción? Acá está la foto:
Además de la canción, en el año 1999 salió la película de dibujitos animados que podés ver aquí, dirigida por Manuel García Ferré. Además del film completo, que es precioso, dejo acá una de mis escenas favoritas, la de la canción Decídete a volar.
Si te invadió un poco de nostalgia es momento de verla de nuevo y compartirla con los/as niños/as de la familia: sobre todo con los que están escondidos adentro de los/as adulto/as: es siempre un mimo volver a jugar.
Otra historia muy hermosa relacionada a las tortugas es la contada por Roald Dahl en su novela “Agu Trot”, que podés conocer a través de este audiolibro. El libro, que en su idioma original se llama “Esio Trot” (tortuga, al revés) se trata de un señor que se enamora de su vecina, quien solo está pendiente de su tortuga. Esta historia fue llevada al cine en el año 2014, de la mano de la directora irlandesa Dearbhla Walsh. Encontré en línea solo la versión en inglés y sin subtítulos que se puede ver aquí.
A propósito de historias, no podemos omitir una muy, muy conocida que, si no conocés, déjame presentarte:
La fábula de la liebre y la tortuga - Esopo ( traducción tomada de ciudadseva.com)
En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga.
-¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -decía la liebre riéndose de la tortuga.
Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre.
-Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo.
-¿A mí? -preguntó, asombrada, la liebre.
-Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy divertida, aceptó.
Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos.
Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura!
Luego, empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo. Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar.
Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha.
Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida.
Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.
Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que burlarse jamás de los demás. También de esto debemos aprender que la pereza y el exceso de confianza pueden hacernos no alcanzar nuestros objetivos.
Cuántas preguntas y cuántas reflexiones nos deja esta fábula, ¿no? ¿Te sentiste identificada/o con alguno de los animales de la historia ahora o alguna vez? Esto me recuerda a la frase tan conocida del italiano: piano, piano si va lontano…
Ah, pero antes de pasar a otro tema dejo una recomendación más: ¿Leíste La tortuga gigante de Horacio Quiroga?
Cuando trataba de pensar en una receta relacionada con el tema de este newsletter no podía dejar de pensar en recetas de procesos largos, lentos, que rompieran con el ritmo excesivamente veloz de la vida cotidiana. Pensaba en alguna preparación que revolucionara los usos y costumbres de la velocidad desmedida, y frente a la cantidad de comida procesada y enlatada esto podría ser cualquier plato más o menos elaborado. Me gustaba la idea de proponer una experiencia distinta en relación a la comida, ya sea desde la preparación o desde el disfrute: pensaba en los panes de leudado lento, los encurtidos, las conservas, los productos fermentados. Y ahí se me ocurrió algo mejor: se me ocurrió presentarte un movimiento que me resulta muy interesante, que propone repensar nuestra relación constante con la alimentación.
Me refiero a Slow food, un movimiento que se opone a la “fast food”, a las comidas rápidas. En sus propias palabras, se refiere a “una lucha en contra de los hábitos de la vida moderna, donde la velocidad es la premisa básica, que afecta la manera de vivir y la salud de las personas”. El símbolo que caracteriza a este movimiento es un caracol, que comparte con la tortuga la característica de la lentitud, y que representa la pelea contra la prisa y la velocidad.
Este movimiento surgió en 1986 en Bra, en la provincia de Cuneo, en la región Piemonte, Italia, y fue fundado por Carlo Petrini, un gastrónomo que podés conocer en esta entrevista en la que cuenta de qué se trata todo esto (está en italiano, se puede poner la traducción automática de YouTube). Allí dice que se trata de un movimiento internacional que se ocupa de la cultura alimentaria, de la comida, del trabajo, de la educación, de la información, todo relacionado con todas las actividades que garantizan el alimento cotidiano. Este movimiento persigue la idea de garantizar un “alimento bueno, limpio y justo”.
A propósito de esto, pensaba en la importancia que tiene (y que debería tener) en nuestra vida cotidiana el hecho de saber de dónde provienen los alimentos que comemos y, por ejemplo, cuándo es la época adecuada para consumirlos. Por eso, para esta sección, esta vez, te propongo que busques algún producto que no comas hace mucho o alguno que te guste y que comas siempre y que busques un modo nuevo de prepararlo, que te hagas un lugar en el mes para disfrutarlo: puede ser una receta larga o no tanto, pero lo que me parece importante es tomar conciencia de lo que comemos. ¿Te animás? Si lo hacés, contame, voy a estar esperando tu aporte.
Volviendo al tema central de este newsletter, no quería dejar de compartir algunas obras visuales que me gustaron mucho. Por un lado está el mural inspirado de Martin Ron en el barrio de Barracas, Buenos Aires:
Pedro Luján y su perro. "La tortuga fue mi disparador mundial. Es una obra que ilustra el poder interior, la fuerza que uno lleva, pero el verdadero protagonista es el señor pequeño ya que la tortuga es su fuerza interior", dice Ron. (Foto: Rolando Miguel Babjaczuk) tomado de bbc.com
Por otro lado, quiero compartir esta imagen bellísima de Aligi Sassu, un pintor italiano nacido en Milán.
Si querés ver más imágenes de tortugas en el arte podés entrar en este enlace y ver otras obras maravillosas de distintas épocas y de distintos lugares del mundo.
Para cerrar, quisiera compartir este video de Carl Honorè, el autor del libro “Elogio de la lentitud” en el menciona varias de las cosas que compartí en este newsletter. Hace unos meses, al mismo tiempo que descubrí que necesitaba hacerme espacios de lentitud, descubrí su libro y algunas ideas que me quedaron dando vueltas. Entre otras cosas, en su texto y en su discurso, hace referencia a los “cuentos en un minuto”, a las posibilidades de contar en ese tiempo algunas historias. Claro, existe los microrrelatos y la habilidad para contarlos pero no es ese el punto: aquel concepto nos está preguntando acerca de si es necesario reducir todo al mínimo tiempo y a la máxima velocidad. ¿Necesitamos correr tanto?
Observemos a las tortugas. No despreciemos la lentitud. No celebremos la velocidad de las cosas que no la requieren. No adelantemos los audios de WhatsApp de las personas que queremos, escuchémonos. Entre nosotros y a nosotros. Construyamos y reparemos caparazones, hagamos de ellos un refugio. Leamos, cocinemos, juguemos, miremos a los ojos, abracémonos. Todo eso no vale lo mismo si corremos.
Gracias por leer,
¡Nos vemos en mayo!
Un abrazo enorme,
Amparo
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