Cada tres meses, el día veintiuno comienza una estación nueva. Un mes después del inicio del otoño, entre hojas amarillas y colores cálidos todavía pendiendo de las ramas, se fue mi mamá. El primer amanecer sin ella me sorprendió pensando en cómo puede ser que la vida continúe como si nada, en cómo puede ser que la belleza del color del sol que tiñe los bosques sea aún tan deslumbrante. Sobre esos árboles hay nidos, pichones que esperan y pajaritos que cantan. También hay de aquellos que emprenden el vuelo y migran, aquellos que dejan dibujos en el cielo, aquellos que cuando posan convierten cualquier paisaje cotidiano en una fotografía.
Amaba los pajaritos. Aprendí de ella a mirarlos, a observar su comportamiento, a apreciar su canto, a alimentarlos. “¡Mamá, no puedo creer, comen todo lo que les dejo!” En aquellas últimas semanas le pregunté si alguna vez había agarrado uno con las manos y me dijo que creía que no. Y es que tal vez querer hacer eso es un poco egoísta porque el pájaro vuela, canta: es libre. Como ella.
Si algo supo hacer bien mi mamá fue regar de amor, de ternura y de dulzura cualquier cosa que tocara, crear belleza con todo: con un abrazo, con una sonrisa, con un plato, con un dibujo, con una idea, con una carta, con su voz. Y un día cálido de otoño con sus árboles exultantes de amarillos y naranjas, rebosantes de esa profunda y triste belleza era el único marco posible de una partida pintada por sus manos y sus pinceles. Cuidadosa hasta el más mínimo detalle.
Hoy es 21 de mayo y sé que lo mejor que puedo hacer es convertir este dolor en algo lindo, es intentar contribuir con un poquito de belleza al mundo. Hoy, en su honor, honro las pequeñas cosas. Hoy, en su honor, escribo, cocino, pinto, dibujo, canto, miro los pajaritos, los escucho. Y te invito a hacerlo conmigo.
Tal vez sea un poco raro compartir esto públicamente. Y también es raro para mí que esta sea la primera vez en mi vida que mi mamá no va a leer lo que yo escribo, que no me va a decir qué lindo, que no voy a encontrar su comentario escrito o sus sonrisas o sus lágrimas mientras lee. Pero lo único que me abraza un poco en este dolor es compartir un poquito de la belleza que ella me dejó, porque sé que así algo de ella se mantiene vivo en cada persona que me lee y hace que la vida sea un poquito mejor.
Esta es, entonces, una nueva entrega de aquellas cartas que escribía. Cuando empecé a escribir este blog conté que compartiría hallazgos inesperados, de esos que a veces nos esperan a nosotros pero que nosotros no esperábamos y nos insisten, que nos dicen algo. Me resulta increíble que en todo este tiempo no se me haya cruzado la idea de escribir sobre los pájaros, pero hace días que esto insiste y las serendipias son mi lugar de encuentro preferido para conectarme con mi mamá. Ahora entiendo: aprendí de ella a abrir los ojos y a encontrarlas y ahora es su forma de acompañarme para siempre.
Si busco en Internet los múltiples significados de los pájaros, me encuentro con un millón de cosas que no caben en una sola entrega. Y como esto no pretende ser divulgación científica, prefiero quedarme con lo que leo “a vuelo de pájaro” (valga absolutamente la redundancia), con lo que me queda revoloteando: símbolo de esperanza, de libertad, de espiritualidad. Dicen que son mensajeros entre los reinos espirituales y terrenales y para mí tiene todo el sentido del mundo por dos cosas: primero, porque vuelan (no me pregunten por qué digo esto, es pura intuición) y segundo porque entiendo el por qué se me ocurrió hacer esto ahora, en este momento.
Cualquiera sea el significado en que elijamos creer, me gusta la idea de encontrar en los pájaros un montón de posibilidades, como si nos llevaran, volando, a conocer nuevos universos. Y a propósito de esto, pienso en que hace más de veinte años a mi papá (gracias) se le ocurrió que era buena idea ir a al cine a ver este documental francés sobre aves migratorias en el que casi no había diálogo. Se ve que a mi versión niñita también le pareció buena idea porque no hemos dejado de mencionarlo desde entonces, cada año. Pero nunca lo busqué hasta ahora, que me pareció hasta urgente. Tocando el cielo o Le peuple migrateur es, creo, filmografía obligatoria para hablar del movimiento, del cielo, de las aves. Si quieren verlo, me piden el link (lo encontré, obvio). También comparto este corto de Pixar que me pareció simpático: Las aves - Pixar
A mi mamá le gustaban mucho los pajaritos y ella también creaba universos, y no lo digo solo yo que soy su hija. Cualquiera que haya tenido la suerte de compartir tiempo con ella coincidirá en que siempre tenía en sus manos alguna idea a punto de volar, algún pasaje a un universo desconocido y hermoso. Mi casa está llena de pájaros: algunos vuelan y vienen a comer y a cantar; otros, reposan en sus obras. Los hay en forma de cerámica, en forma de cuadros en acuarela, en forma de personajes, en forma de canción, en forma de poesía. Este newsletter, además de estar lleno de recuerdos, quiere hacer un poco de justicia y mostrar algo de su gran talento: los pájaros en acuarela que acompañan esta entrega (y que también nos llevaron a recorrer el último calendario de adviento) son parte de su obra.
Y hablando de arte, cuando pensé en escribir esto me puse a buscar distintas cosas sobre la presencia de las aves en las artes. En esa búsqueda, además de un millón de cosas súper interesantes, me topé con Remedios Varo, creadora de esta obra maravillosa que podría ser perfectamente una interpretación de mi mamá:
Y si hablamos de arte también hay que hablar de música, y acá se abre otro mundo que empieza con una anécdota con tintes de realismo mágico: cuando era chica me cantaba esta canción, que creo que es bastante conocida (la escuché en distintas versiones). En mi casa, desde que nací, había un limonero que en estos últimos meses se fue apagando hasta secarse por completo, una lunga agonía que me dio mucha tristeza y mucha nostalgia por el sabor que desaparecía con él. Pocos días después de la partida de mi mamá, fui muy feliz al descubrir que otro limonero que nació solo a algunos metros del anterior tenía cuatro limones. Un poco impactada por esta historia, recordé que hace unos años escribí sobre los limones acá y me puse a leer. Allí descubrí que yo misma escribí que el 30 de septiembre es el día internacional del limón. ¿Adivinan quién nació ese día en 1961*?
Además de esa canción, voy a nombrar una joya de Piazzolla y dos obras de la poética murguera uruguaya.
- Los pájaros perdidos, de Astor Piazzolla, con la voz de Milva.
- El gorrión, de Tabaré Cardozo, una de las canciones preferidas de mi madre:
Soy un gorrión, soy un bufón, que cantando alegre va…
- La despedida de “Asaltantes con patente del 1961” (Sí, del mismo año que mencioné antes)
Gorrión que abriendo sus alas / su canto dejará
deja su nido de sombras / al cielo volará
porque la tímida alondra ya / alondra que se va
desde el azul lo reclama / mañana volverá
trayendo al pico una rama
el hornero es artesano
y es un poeta el zorzal
oyendo algún cardenal
que de gorjeos se inflama / lai lai larai lai la
calandria, mixto y sabián
que alumbran en la ciudad
con su trinar la alborada
Pájaro errante de la risa / larai larai lara
trajo en su vuelo una canción / la larai lara lara
y al tibio beso de la brisa
nació en nido de alturas
como el cóndor y el halcón
el murguista que es vocero
de la inquietud popular.
Las canciones de despedida son exactamente eso: aquellas piezas que las murgas cantan antes de retirarse del escenario y que luego continúan en la bajada, cantando entre la gente. Creo que es pertinente elegir esta para cerrar esta carta. Confieso que tenía más cosas para compartir, muchas, como siempre. Pero me voy a detener acá, porque el canto sigue vivo cuando baja del escenario y se abraza con la gente y ahora me gustaría que este vuelo encuentre su camino y sus formas de existir y nos sorprendan, en forma de serendipia.
La música me trajo otra frase: “Las manos de mi madre son como pájaros en el aire”. Y sí. Desde hace un mes estoy diciendo que el mejor homenaje que podemos hacerle es observarlos, prestarles atención, cuidarlos, alimentarlos, ser gentiles con ellos. Para mí, los pájaros en el aire son como las manos de mi madre, y verlos allí siempre será una caricia.
Gracias por leer. Entenderás que esta entrega es especial y bastante excepcional, aunque hace tiempo que pienso en recuperar este espacio. Si conociste a mi mamá y querés contarme algo de ella, podés responder a este mensaje. Si no, te invito a que te tomes unos minutos para mirar los pajaritos, para hacer una grulla en origami, garabatear un gorrión o simplemente cantar, pero no con tristeza: con la alegría propia de estar en contacto con la belleza. . Observar las pequeñas cosas es el mejor homenaje.
Un abrazo con alas,
Amparo
Un día llegué llorando desconsoladamente a tu casa, Claudia estaba en el jardín y nos dio un tiempo a solas. Y cuando entró me abrazó y me dijo la frase justa. Nunca más volví a llorar por esa persona, ella me puso una curita en el cuore.
Gracias por eso y por reírte siempre de mis comentarios, Clau! Me gustaba mucho hacerte reír 💖
Recuerdo a tu mamá siempre con una sonrisa cálida y una templanza admirable. Solíamos coincidir por el barrio o en la casa de mi nonna Julia para merendar.
Preciosa esta entrega, gracias por compartir estos sentimientos. Y preciosa vos. Te abrazo 💖